Fredric Brown
Se llamaba
Hanley, Al Hanley, y al mirarle nadie hubiera pensado que iba a ser tan importante.
Y de haber conocido la historia de su vida hasta el momento en que llegaron los
Darianos, nadie hubiera sospechado lo agradecido que iban a estar una vez leído
este relato a Al Hanley.
En aquel
momento daba la casualidad de que Hanley estaba borracho. Y no es que el hecho
fuera anormal: llevaba una larga temporada borracho, y se proponía continuar en
aquel estado, a pesar de que se había convertido en una empresa difícil. Se
había quedado sin dinero, y sin amigos que pudieran prestárselo. Había agotado
también su lista de conocidos.
Se encontraba
en la penosa condición de tener que andar varias millas para visitar a alguien
a quien conocía muy superficialmente y tratar de obtener un préstamo de un
dólar... o de veinticinco centavos. La larga caminata desvanecería los efectos
del último trago. Bueno, no del todo, de modo que se hallaba en el estado de
Alicia cuando estaba con la Reina Roja y tenía que correr todo lo que podía
para permanecer en el mismo lugar.
Y mendigar a
los desconocidos no era aconsejable, ya que los polizontes podían echarle el
guante y obligarle a pasar una noche de sed en el calabozo, lo cual hubiera
sido mucho peor. Se encontraba en aquella fase del alcoholismo en que pasar
doce horas sin beber significaba enfrentarse con todos los horrores del
infierno, en forma de delirium tremens.
El delírium
tremens son simples alucinaciones. Si uno es listo, sabe que no existen. A
veces incluso resultan una compañía agradable, si se es aficionado a esa clase
de cosas. Circunstancia que no se daba en Hanley. Se presentan cuando un hombre
que ha estado borracho durante una larga temporada, se ve repentinamente
privado de la bebida por un prolongado período, como cuando está en la cárcel,
por ejemplo.
El pensar en
ellas mantenía a Hanley en un estado de sacudimiento. Sacudiendo
específicamente la mano de un antiguo amigo, un amigo íntimo al cual sólo había
visto unas cuantas veces en toda su vida, y en circunstancias no demasiado
favorables. El nombre del amigo era Kid Eggleston, y se trataba de un robusto
aunque maltrecho ex boxeador, que recientemente había sido el matón de una
taberna, donde Hanley le había conocido, naturalmente.
Pero no
necesitamos concentrarnos en recordar su nombre ni su historia, porque no va a
durar mucho en lo que respecta a este relato. En realidad, dentro de un minuto
y medio, exactamente, va a gritar, y luego se desmayará y no oiremos hablar más
de él.
Pero, de
camino, permítanme mencionar que si Kid Eggleston no hubiera gritado ni se
hubiera desmayado, ustedes no estarían ahora leyendo este relato. Estarían,
quizás, cavando en una mina, bajo un sol verdoso, en el extremo más apartado de
la galaxia. No creo que la perspectiva les entusiasme, de modo que no olviden
que fue Hanley quien les salvó y continúa salvándoles de ella. No sean
demasiado duros con él. Si Tres y Nueve se hubieran llevado a Kid, las cosas
serían muy distintas.
Tres y Nueve
procedían del planeta Dar, que es el segundo (y único habitable) planeta de la
anteriormente citada estrella verde situada en el extremo más apartado de la
galaxia. Tres y Nueve no eran, desde luego, sus nombres completos. Los nombres
Darianos son números, y el nombre completo de Tres era 389057792869223. O por
lo menos, ésa sería su traducción al sistema decimal.
Estoy seguro de
que ustedes me perdonarán por mencionarles simplemente como Tres y Nueve. Ellos
no me lo perdonarían. Un Dariano siempre se dirige a otro citando su número
completo, y cualquier abreviación es, no sólo descortés, sino insultante. Pero
los Darianos viven mucho más tiempo que nosotros. Por lo tanto, pueden
permitirse el lujo de malgastarlo, cosa que yo no puedo hacer.
En el momento
en que Hanley sacudía la mano de Kid, Tres y Nueve estaban aún a cosa de una
milla de distancia, midiendo de abajo arriba. No iban en un avión, ni siquiera
en una nave espacial (Y, desde luego, tampoco en un platillo volante.
Naturalmente que sé lo que son los platillos volantes, pero pregúntenme por
ellos en otro momento. Ahora tengo que ocuparme de los Darianos). Iban en un
dado espacio-tiempo.
Supongo que
tendré que explicar esto. Los Darianos habían descubierto - como nosotros
podemos descubrir algún día - que Einstein tenía razón. La materia no puede
viajar a una velocidad superior a la de la luz sin convertirse en energía. Y a
ustedes no les gustaría convertirse en energía, ¿verdad? Lo mismo les ocurría a
los Darianos cuando iniciaron sus exploraciones a través de la galaxia.
De modo que
llegaron a la conclusión de que se puede viajar a una velocidad superior a la
de la luz, si se viaja simultáneamente a través del tiempo. Es decir, a través
del continuo espacio-tiempo, más bien que a través del espacio en si. Su
trayecto desde Dar cubría una distancia de 163.000 años luz.
Pero, dado que
simultáneamente hablan retrocedido 1.630 siglos, el tiempo transcurrido para
ellos durante el viaje había sido cero. En su viaje de regreso habían recorrido
1.630 siglos hacia el futuro, y llegaron a su punto de partida en el continuo
espacio-tiempo. Espero que comprendan lo que quiero decir.
De cualquier
modo, allí estaba su dado, invisible para los terrestres, una milla encima de
Filadelfia (Y no me pregunten por qué escogieron precisamente Filadelfia: no
comprendo que a alguien se le ocurra escoger Filadelfia para nada). Había
estado posado allí durante cuatro días, mientras Tres y Nueve recogían y
estudiaban las emisiones de radio, hasta que fueron capaces de comprender y
hablar nuestro idioma.
Desde luego, no
aprendieron absolutamente nada acerca de nuestra civilización, ni de nuestras
costumbres. ¿Imaginan ustedes la posibilidad de trazar un cuadro de la vida de
los habitantes de la Tierra, escuchando una mezcla de concursos de lo toma o lo
deja, caldos concentrados, Charles Mac Carthy y las Lágrimas de Una Madre?
Y no es que a
ellos les importara cómo era nuestra civilización, mientras no fuera lo
bastante desarrollada como para representar una amenaza para ellos... cosa de
la que quedaron convencidos al cabo de cuatro días. No puede reprochárseles que
obtuvieran esa impresión, que al fin y al cabo era correcta.
- ¿Bajamos? -
le preguntó Tres a Nueve.
- Sí, le dijo
Nueve a Tres.
Tres se enroscó
alrededor de los mandos.
- ...desde
luego que le vi boxear - estaba diciendo Hanley -. Y era usted muy bueno, Kid.
Su manager debía de ser muy malo, pues no encuentro otra explicación al hecho
de que no llegara usted a la cumbre. Tenía usted clase. ¿Qué le parece si vamos
a echar un trago?
- ¿Paga usted o
yo, Hanley?
- Bueno, en
estos momentos ando un poco escaso de fondos, Kid. Pero necesito un trago. En
recuerdo de los viejos tiempos...
- Usted
necesita un trago como yo un agujero en la cabeza. Está como una cuba, y será
mejor que deje la bebida antes de que el delirium tremens...
- Creo que ya
se ha presentado - le interrumpió Hanley -. Mire quién hay detrás de usted.
Kid Eggleston
volvió la cabeza y miró. Gritó y se desmayó. Tres y Nueve estaban acercándose.
Más allá veíase un monstruoso dado, de veinte pies de longitud. Mejor dicho,
había el perfil de un dado. Su modo de estar allí y, sin embargo, de no estar
allí, resultaba algo intranquilizador. Aquello debía de ser lo que asustó a
Kid.
Porque en Tres
y Nueve no había nada que pudiera infundir temor. Eran vermiformes, de unos
quince pies de longitud (completamente extendidos) y de un pie de espesor, aproximadamente,
en el centro, terminando en punta por ambos lados. Eran de un agradable color
azul pálido, y no poseían ningún órgano sensorial visible, de modo que no podía
saberse donde empezaban y donde terminaban... lo cual no importaba demasiado, a
fin de cuentas, porque los dos extremos eran exactamente iguales.
Y, a pesar de
que estaban avanzando hacia Hanley y hacia el ahora yacente Kid, no tenían lo
que podía corresponder a una cabeza y lo que podía corresponder a unos pies.
Avanzaban flotando y en su posición normal: enroscados.
- Hola,
muchachos - dijo Hanley -. Habéis asustado a mi amigo, maldita sea. Y en el
preciso instante en que se disponía a invitarme a un trago. De modo que me
debéis uno.
- Reacción
ilógica - le dijo Tres a Nueve -. Éste es un ejemplar de otra clase. ¿Nos los
llevamos a los dos?
- No. El otro,
aunque de mayor tamaño, es más debilucho, evidentemente. Y un ejemplar será
suficiente. Vamos.
Hanley
retrocedió un par de pasos.
- Si vais a
invitarme a un trago, de acuerdo. De no ser así, quiero saber adónde vamos.
- A Dar.
- ¿Quieres
decir qué habéis venido aquí desde Dar? Mira, muchacho, mi menda no irá a
ninguna parte hasta que aflojéis la mosca y me paguéis un par de chatos.
- ¿Has
entendido algo? - le preguntó Nueve a Tres. Tres agitó negativamente uno de sus
extremos -. ¿Nos lo llevamos a la fuerza?
- No es
necesario, si viene voluntariamente. ¿Quieres entrar voluntariamente en el
dado, criatura?
- ¿Hay algo de
beber dentro?
- Sí. Entra,
por favor.
Hanley se
dirigió hacia el dado y entró. No es que creyera que estaba realmente allí,
desde luego, pero, ¿qué tenía que perder? Cuando se presentan las
alucinaciones, es mejor seguirles la corriente. El dado era sólido, y no
amorfo, ni siquiera transparente, desde el interior. Tres se enroscó alrededor
de los mandos y manipuló cuidadosamente unos delicados mecanismos con ambos
extremos.
- Estamos en el
intraespacio - le dijo a Nueve -. Sugiero que nos quedemos aquí hasta que
hayamos estudiado este ejemplar y podamos informar si es apto para nuestros
propósitos.
- ¡Eh,
muchachos! ¿Qué hay de ese trago?
Hanley estaba
empezando a preocuparse. Sus manos temblaban, y las arañas estaban deslizándose
a lo largo de su espina dorsal.
- Parece que
está sufriendo - dijo Nueve -. Tal vez tiene hambre, o sed. ¿Qué es lo que
beben esas criaturas? ¿Peróxido de hidrógeno, como nosotros?
- La mayor
parte de la superficie de su planeta parece estar cubierta de agua, abundante
en cloruro sódico. Podemos sintetizar un poco....
Hanley aulló:
- ¡No! Ni
siquiera agua sin sal. ¡Necesito whisky!
- Analizaremos
su metabolismo - dijo Tres -. Con el intrafluoroscopio, puedo hacerlo en un
segundo.
Se desenroscó
de los mandos y se acercó a un extraño aparato. Parpadearon unas luces.
Tres dijo:
- ¡Qué raro! Su
metabolismo depende de C2 H2 OH.
- ¿C2 H2 OH?
- Si. Alcohol...
al menos, básicamente. Con cierta dilución de H2O y sin el cloruro sódico
presente en sus mares, así como cantidades fabulosamente menores de otros
ingredientes. Eso parece ser lo único que ha consumido durante un período
bastante largo. Se encuentra en una proporción de 24% en su corriente sanguínea
y en su cerebro. Todo su metabolismo parece estar basado en ello.
- Muchachos -
suplicó Hanley -. Me estoy muriendo por un trago. ¿Qué os parece si suspendéis
la conferencia y me dais algo de beber?
- Un momento,
por favor - dijo Nueve -. Voy a preparar lo que necesitas. Déjame utilizar los
nonios en el intrafluoscopio, y añadir el psicómetro.
Parpadearon más
luces, y Nueve se dirigió a un rincón del dado que era un laboratorio. Cuando
regresó no había transcurrido un minuto. Llevaba una especie de cubilete lleno
hasta la mitad de un líquido ambarino.
Hanley lo olió,
luego bebió. Suspiró profundamente.
- Estoy muerto
- dijo -, esto es licor irlandés, el néctar de los dioses. No existe otra
bebida como ésta.
Bebió
ávidamente, y el líquido ni siquiera quemó su garganta.
- ¿Qué es eso,
Nueve? - preguntó Tres.
- Una fórmula
muy complicada, adaptada a sus exactas necesidades. Cincuenta por ciento de
alcohol, cuarenta y cinco por ciento de agua. Los restantes ingredientes, sin
embargo, son considerables en número; incluyen todas las vitaminas y minerales
que su sistema precisa, en proporción adecuada y todos insípidos. Además, otros
ingredientes en cantidades minúsculas para mejorar el sabor... de acuerdo con
sus gustos. A nosotros nos sabría horriblemente, en el supuesto de que
pudiéramos beber alcohol o agua.
Hanley suspiró
y bebió largamente. Se tambaleó un poco. Luego miró a Tres y sonrió.
- Ahora sé que
no estás ahí - dijo.
- ¿Qué quiere
decir? - le preguntó Nueve a Tres.
- Sus procesos
mentales parecen completamente ilógicos. Dudo de que su especie sirva para la
esclavitud. Pero tenemos que asegurarnos, desde luego. ¿Cuál es tu nombre,
criatura?
- ¿Qué importa
el nombre, camarada? - preguntó Hanley -. Llámame como quieras. Vosotros sois
mis mejores amigos. Llevadme donde queráis. Con tal de que me aviséis cuando
lleguemos a Dar...
Bebió
largamente y se tumbó en el suelo. Unos extraños sonidos surgieron de él, pero
ni Tres ni Nueve pudieron identificarlos como palabras. Sonaban aproximadamente
así: Zzzzzz, glup... Zzzzzz, glup.
Le sacudieron,
tratando de despertarle, pero fracasaron en el intento.
Le observaron,
sometiéndole a todas las pruebas que su estado permitía. Hanley no se despertó
hasta unas horas después. Se sentó y miró a los dos Darianos. Dijo:
- No lo creo.
No estáis aquí. Por el amor de Dios, dadme otro trago, de prisa.
Le dieron el
cubilete: Nueve había vuelto a llenarlo. Hanley bebió. Cerró los ojos. Dijo:
- No me
despertéis.
- Pero, si
estás despierto...
- Entonces, no
dejéis que me duerma. Esto es pura ambrosía... la bebida de los dioses.
- ¿Quiénes son
los dioses?
- Ya no hay.
Pero esto es lo que bebían. En el Olimpo.
Tres dijo:
- Procesos mentales
completamente ilógicos.
Hanley alzó el
cubilete. Dijo:
- Aquí es aquí,
y Dar es Dar, amigos - Bebió.
- ¿Qué sabe
usted acerca de Dar? - preguntó Tres.
- Dar no tiene
las cosas que tenéis vosotros. A vuestra salud, muchachos.
Bebió de nuevo.
- Demasiado
estúpido para ser adiestrado para algo que no sea un trabajo físico - dijo Tres
-. Pero, si tiene el vigor suficiente, tal vez podamos recomendar una incursión
a este planeta. Tiene de tres a cuatro mil millones de habitantes. Y nosotros
podemos utilizar el trabajo manual: tres o cuatro mil millones de esas
criaturas nos ayudarían considerablemente.
- ¡Hurra! -
dijo Hanley.
- No parece
coordinar bien - dijo Tres pensativamente -, Pero quizás su vigor físico es
considerable. Criatura, ¿cómo debemos llamarte?
- Llamadme Al,
muchachos.
Hanley se
estaba poniendo en pie.
- ¿Es ése tu
nombre, o el de tu especie?
Hanley se
recostó contra la pared y meditó unos instantes.
- El de la
especie - dijo -. ¡Un momento! Voy a decirlo en latín.
La dijo en
latín.
- Deseamos
comprobar tu vigor. Corre arriba y abajo de uno a otro lado de este dado, hasta
que te canses. Deja, yo sostendré el cubilete con tu alimento.
Cogió el
cubilete de manos de Hanley. Hanley se resistió a soltarlo.
- Un trago más
- dijo -. Sólo un traguito más, y correré para ti. Correré para el presidente.
- Tal vez lo
necesite - dijo Tres -. Dale un poco más, Nueve.
Podía ser el
último trago por una temporada, de modo que Hanley lo aprovechó bien. Luego
contempló alegremente a los cuatro Darianos que le estaban mirando. Dijo:
- Os veré en
las carreras, muchachos. A todos. Y, apostad por mí. Ganador y colocado. ¿Otro
traguito, primero?
Le dieron otro
traguito... esta vez realmente corto: menos de dos onzas.
- Basta - dijo
Tres -. Ahora, corre.
Hanley dio un
par de pasos y cayó de bruces. Dio media vuelta sobre sí mismo y se quedó
tendido en el suelo, con una beatífica sonrisa en el rostro.
- ¡Increíble! -
dijo Tres -. Tal vez trata de engañarnos. Vamos a comprobarlo, Nueve.
Nueve lo
comprobó.
- ¡Increíble! -
dijo -. Realmente increíble que después de un esfuerzo tan pequeño esté
inconsciente... inconsciente hasta el punto de ser insensible al dolor. Y no
está fingiendo. Su tipo es completamente inútil para Dar. Ajusta los mandos y
enviaremos un informe. Nos lo llevaremos, de acuerdo con nuestras instrucciones
complementarias, como un ejemplar para el parque zoológico. Físicamente, es el
ejemplar más raro que hemos descubierto en cualquiera de los varios millones de
planetas.
Tres se enroscó
en los controles y utilizó sus dos extremos para manipular mecanismos.
Transcurrieron ciento sesenta y tres mil años-luz y 1.630 siglos, ajustándose
de un modo tan absoluto y perfecto que ni el tiempo ni la distancia parecieron
haber sido cruzados.
En la capital de
Dar, la cual gobierna a millares de planetas útiles, y ha visitado millones de
planetas inútiles - como la Tierra -, Al Hanley ocupa una gran jaula de cristal
en un lugar de honor, como ejemplar realmente asombroso.
En el centro de
la jaula hay una balsa, de la cual bebe a menudo y en la cual se le ha visto
bañarse. La balsa está siempre llena de un brebaje delicioso, que es en
relación con el mejor whisky de la Tierra, lo que el mejor whisky de la Tierra
es en relación con la ginebra de tina elaborada en una tina sucia. Además, está
reforzado - sin que afecte a su sabor - con todas las vitaminas y minerales que
el metabolismo de Hanley necesita.
No produce
resaca ni otras desagradables consecuencias. Es una bebida tan deliciosa para
Hanley como la constitución de Hanley para los visitantes del zoo, los cuales
le contemplan admirados y luego leen el cartel colgado de su jaula, encabezado
por el nombre de su especie en latín... tal como Hanley se la reveló a Tres y a
Nueve.
ALCOHOLICUS
ANONYMOUS
Vive a base de
una dieta de C2 H2 OH, ligeramente reforzada con vitaminas y minerales.
Ocasionalmente brillante, pero completamente ilógico. Carece de vigor: sólo
puede dar unos cuantos pasos sin caerse. Carece de todo valor comercial, pero
es un fascinante ejemplar de la más extraña de las formas de vida descubiertas
hasta ahora en la Galaxia. Procede del Planeta 3, del Sol JX647-HG908.
Tan raro, en
realidad, que le han sometido a un tratamiento que le hace prácticamente
inmortal. Y es bueno que sea así, porque es un ejemplar zoológico tan
interesante, que si algún día muere, los Darianos tendrían que bajar a la
Tierra en busca de otro. Y podría suceder que tropezaran con usted o conmigo...
y que diera la casualidad de que usted o yo, según el caso, estuviéramos sobrios.
Y esto seria terrible para todos nosotros.
FIN
Enviado por
Paul Atreides